La triste historia del fundador de los Legionarios de Cristo impacta las estructuras de poder a las que esa orden se mantuvo siempre asociada, en especial el quisquilloso mundillo de la elite empresarial mexicana que tuvo como timbre de orgullo el ser atendida en sus requerimientos devocionales por los entonces muy prestigiosos miembros de esa facción católica. Universidades privadas, apellidos de prosapia y generaciones de sacerdotes formados en ese perol ahora tan desprestigiado pagarán los costos del comportamiento hipócrita de quien simulaba ser un conjunto redondo de perfecciones y acabó entre acusaciones nunca suficientemente atendidas de abuso sexual contra sus propios “hijos” espirituales, la condena vaticana a llevar una vida reservada de oración y penitencia, retiro obligado en el que se le prohibió “todo ministerio público” y, ahora, la difusión de una doble vida en la que ya no era el flamígero rector espiritual que obligaba a jóvenes y adolescentes a su cuidado a realizar actos sexuales bajo secreto sino un varón en ejercicio de su sexualidad que tenía compañera y, cuando menos, un hijo.
Thursday, February 5, 2009
disfuckingusting
La triste historia del fundador de los Legionarios de Cristo impacta las estructuras de poder a las que esa orden se mantuvo siempre asociada, en especial el quisquilloso mundillo de la elite empresarial mexicana que tuvo como timbre de orgullo el ser atendida en sus requerimientos devocionales por los entonces muy prestigiosos miembros de esa facción católica. Universidades privadas, apellidos de prosapia y generaciones de sacerdotes formados en ese perol ahora tan desprestigiado pagarán los costos del comportamiento hipócrita de quien simulaba ser un conjunto redondo de perfecciones y acabó entre acusaciones nunca suficientemente atendidas de abuso sexual contra sus propios “hijos” espirituales, la condena vaticana a llevar una vida reservada de oración y penitencia, retiro obligado en el que se le prohibió “todo ministerio público” y, ahora, la difusión de una doble vida en la que ya no era el flamígero rector espiritual que obligaba a jóvenes y adolescentes a su cuidado a realizar actos sexuales bajo secreto sino un varón en ejercicio de su sexualidad que tenía compañera y, cuando menos, un hijo.
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